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miércoles, 19 de marzo de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Hotel





HOTEL


Por Roberto Baños Villalba


Aquel Hotel tenía un trajín casi continuo.

Clientes de todas clases y condiciones se mezclaban en idas y venidas preguntando por alguien, buscando la centralita de teléfonos, pidiendo información, pagando la cuenta, localizando la cafetería, saliendo y entrando por las puertas de los ascensores o caminando hacia un salón de reuniones.

Entre todo aquel revoltijo de gente y maletas, había algo que hacía que aquella Torre de Babel no se desmoronase. Era el personal del Hotel, que diligentemente y como si de una tarea mecánica se tratase, distribuía, indicaba u ordenaba recoger un determinado equipaje, etc., para que cada cliente fuera apaciguándose y “la puré” (término hotelero que significa estar justo en el momento álgido de más trabajo ) pasara, ya que a continuación vendría la calma, y el trabajo sería más reposado una vez que estuviesen en el lugar que deseaban.

jueves, 6 de marzo de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Humanoides





HUMANOIDES

Por Roberto Baños Villalba


Era un conjunto de chalets adosados, situados en un elegante distrito a las afueras de la gran ciudad.

Juan Ignacio y Casandra, matrimoniados y sin hijos, eran propietarios de uno de ellos, justo al lado del último, que hacía chaflán con la calle en que vivían.

La carencia de hijos había sido suplida de alguna forma por un gran perro lobo “Nero” que a la vez de guardián de la casa les hacía compañía. El animal pasaba largas horas del día retozando en un pequeño jardín del que disponían todas las casitas en la parte trasera. Estaba perfectamente entrenado para realizar cualquier cosa a un pequeño mandato de sus dueños. Su presencia se había hecho tan entrañable que rara era la vez que no iba el can acompañando a sus dueños, aunque tan solo fuera para ir a comprar el periódico.

Sus vecinos –en régimen de alquiler- Carla y Alberto, tenían por el contrario una niña preciosa de tres años, “Pilu”, la cual tenía dos grandes compañeros. Uno era el perro de sus vecinos que ya existía cuando ella nació, y otro era un pequeño conejo blanco que su padre le trajo hacía ya un año, y que guardaba celosamente en una pequeña jaula cuya base quedaba oculta por unas virutas que ella personalmente cambiaba cada día.

Ni que decir tiene, que a Nero no le caía bien el conejo. No se sabía si por celos de la niña o porque en su entrenamiento, no le habían explicado la convivencia con animales de otro género tan opuesto. Lo cierto es que cada vez que Nero entraba en casa de Pilu, había que encerrar al conejo y ponerlo fuera de su alcance en otra habitación.