Translate

martes, 21 de octubre de 2014

LUCIA SUMMER: la chica de los ojos claros



LUCIA SUMMER


LA CHICA DE LOS OJOS CLAROS


Era una noche lluviosa cuando la vi., yo vagaba sin rumbo, paseaba, mataba el tiempo, estaba sólo, en una ciudad desconocida, tampoco tenía demasiadas ganas de conocerla, había acabado mi trabajo, mañana volvería a casa, a lo mío.

Ella estaba parada en mitad de la calle, sin paraguas ni chubasquero, me llamó mucho la atención, en mitad de la calle, una calle principal de una capital de provincias, no importa ahora cuál era….pero ella me llamó la atención…estaba mojada y no parecía importarle…estaba allí en medio, casi me impedía el paso, estuve a punto de esquivarla y seguir mi camino, pero no pude, ahora no recuerdo por qué…pero no pude.

Me paré a su lado, la miré, estaba calada, ella creo que ni me vio, todavía hoy no sé por qué le dije que si le apetecía pasear, absurdo pues llovía, aunque finamente, pero llovía, le ofrecí mi paraguas… Ella aceptó con una sonrisa y anduvimos un rato. No le pregunté su nombre, ni ella preguntó el mío.. sólo éramos unos desconocidos paseando bajo la lluvia

jueves, 9 de octubre de 2014

ROBERTO BAÑOS: Adrenalina



ROBERTO BAÑOS

ADRENALINA


Faltaban casi treinta minutos hasta que el vigilante hiciera la ronda que tenía por costumbre.

Se miraron uno a otro. Vestían de negro absoluto y un pasamontañas cubría sus cabezas dejando tan sólo los ojos al descubierto.

Sus mochilas, colocadas a la espalda, contenían todas las herramienta que pudiesen necesitar, incluyendo cuerdas y una serie de sofisticados instrumentos, no sólo para inutilizar las cámaras de vídeo, sino para violar el más moderno sistema de alarma.

Conocían perfectamente el emplazamiento de la caja fuerte que iban a descerrajar, así como su sistema de apertura: tan sólo les llevaría unos minutos de minuciosa comprobación unas ranuras especiales que debían encajar a la medida, en un complicado mecanismo que llevaban para asegurar su vulnerabilidad.

Joe acababa de segar la vida de aquel sujeto, mientras dormía en la cama del Hotel donde se hospedaba.

Había estado días y días siguiéndole, hasta que el traficante recibió aquella maleta llena de heroína, que a partir de ese momento serviría para que su oscura y vapuleada vida saliera del ostracismo que llevaba durante los últimos diez años.

Se dio cuenta de que uno de los conserjes del Hotel había detectado su presencia dirigiéndose al ascensor, por lo que sabía que disponía de apenas unos minutos antes de que los efectivos de seguridad empezaran su caza. No se detuvo en detalles, agarró la maleta, no sin antes comprobar que la mercancía estaba en su interior, y salió al pasillo.

Llamó al ascensor y esperó. Fueron segundos angustiosos. Cuando las puertas se abrieron miró de refilón en su interior, y salió al.

Llamó al ascensor y esperó. Fueron segundos angustiosos. Cuando las puertas se abrieron miró de refilón en su interior y repasó los ocupantes. Una señora mayor enjoyada. Una pareja de recién casados. Un señor bien trajeado con identificación en la solapa como asistente a un congreso médico. Le hicieron sitio y entró: las puertas se cerraron mientras el ascensor bajaba al  Hall.

El Doctor Valverde estaba realizando una operación especialmente delicada, ya que era la primera vez que una experiencia así tenía lugar en el mundo.

El cuadro médico que estaba reunido alrededor de la mesa de operaciones era de los más acreditados a nivel internacional. Las cámaras de televisión darían fe  de la primicia que no sólo le haría famoso a nivel mundial, sino que marcaría un hito dentro de la medicina moderna.

Había llegado la hora de la verdad, sus años de estudio estarían por fin puestos al servicio de la ciencia.
Miró en derredor y vio todas las caras expectantes.
-                     Bueno señores, comenzamos.
-                     ¡Bisturí!

Roy tenía 19 años y era un extraordinario informático. Había momentos en que su madre solía decir que aquella locura por los ordenadores era una auténtica enfermedad para su hijo.
No se equivocaba demasiado, a menudo el propio Roy se veía absorbido de tal forma que su espíritu pasaba a ser presa de la pantalla del ordenador y se veía dentro de él como parte de los chips que lo componían.

En aquella ocasión y como resultado de miles de pruebas y ensayos, había entrado sin saber cómo ni por qué, en la base de datos de un gran banco. Le faltaba tan sólo llegar a un determinado lugar desde el cual sabría sacarle provecho (estaba medio loco, pero no tonto). Ya hacía tiempo que había soñado con llegar a ese punto, y tenía estudiada la fórmula para lucrarse en beneficio propio.

El azar había querido darle esa oportunidad inexplicable para él, pues ni sabía cómo lo había hecho. Unas operaciones más y sería rico.

Willy estaba en el pub de la esquina donde frecuentemente tomaba cerveza con sus amigos.

Hoy era un día diferente a los demás. Estaba harto de ser un don nadie, y estar siempre a la última pregunta por lo que había apostado hasta el último dólar que tenía más otros que había pedido prestados, al caballo llamado Red Arrow de la 5ª carrera nocturna de aquel día.

Hacía cinco días que casualmente había escuchado el comentario que el preparador de Red Arrow le hacía a su propietario, y que poco más o menos era así: “Sr. Freeman, su caballo ganará el viernes en la 5ª. He hecho creer a todos que su presencia se debe a tener opción para otra carrera, pero yo le aseguro que ganará al favorito, ya que lo tendré drogado y a punto para que gane ese día. Apueste lo que quiera por Ud. y mil dólares a mi nombre”.
Tenía ya el televisor del pub enchufado y veía como los caballos se metían en sus respectivos cajones para tomar la salida.

Al ser el Derby Nacional, entre los caballos estaban los tres más fuertes del momento, por lo que las apuestas a favor del nº5 eran de 20 a 1.

Sus casi dos mil dólares apostados se convertirían en cuarenta mil.

Comenzó la carrera. Durante los primeros quinientos metros el nº5 iba casi al final, solo que a partir de ahí comenzó a subir de forma prodigiosa, de tal forma que a tan sólo doscientos metros de la meta se encontraba cabeza con cabeza con el máximo favorito. Tan pronto uno le llevaba al otro media cabeza de ventaja, como iban perfectamente clavados en línea.

Willy estaba sudoroso y gritaba dándole ánimos al nº5. Ya sólo quedaban cien metros. La cámara prácticamente daba una imagen de dos caballos que parecían uno solo, tal era la igualdad.

La grupa del nº5 tenía una pequeña herida bajo la silla que montaba el jockey, tal vez debido a su roce y como el jinete le rotaba con la mano derecha en la misma, lo cierto es que parecía como si la cabeza del caballo quisiera irse hacia adelante y como si empezase a querer despegarse. ¡Ánimo! -gritó para sus adentros-, si sigues así la foto-finish que habrá que hacer a la llegada te dará vencedor por centímetros y será la única forma de demostrar tu victoria sobre el favorito.

El triunfo no se podía escapar, unos segundos más y la carrera acabaría.

Lo que pasó  fue de forma instantánea.

Se oyó una gran explosión en la estación central, justo en los generadores principales de suministro eléctrico de la gran ciudad y se produjo un gran apagón, hasta el punto de  que no pudieron entrar en funcionamiento ni los equipos electrógenos de emergencias .  Un apagón total y absoluto del que aún hoy, 20 años después todos hablan como de algo anormal, ya que duró 12 horas ininterrumpidas, siendo imposible restablecer la energía durante todo ese tiempo.

Hubo muchas personas afectadas y otras para las que no significó nada el corte de luz.

Ustedes y yo sabemos que para ciertas personas la luz fue el elemento base que les faltó para lograr sus objetivos.





VISITA NUESTRA WEB: 






miércoles, 8 de octubre de 2014

MANUEL BUENDIA: La verdadera historia de Apolonio Pardo



 MANUEL BUENDIA


LA VERDADERA HISTORIA DE APOLONIO PARDO



Desde su tierna infancia, el joven Apolonio Pardo gustaba más de salir al campo con su abuelo que de ir a la escuela, tal fue que dejó muy pronto la instrucción académica en las letras y los números para aprender el oficio de pastor y espartero como su abuelo. Todas las mañanas, a eso del alba, salían abuelo y nieto por la vereda en dirección al monte acompañados de sus ovejas y cabras, y durante el trayecto recogían esparto que cargaban sobre un burro, que junto a tres perros formaba el equipo de trabajo de esa singular plantilla.

El trayecto duraba algo más de una hora, hasta que llegaban a una parcela de monte bajo y pastos que el abuelo tenía arrendada, y donde tenían un pozo y una choza arreglada en torno a un tapial, vestigio de alguna antigua construcción. Una vez acomodados dejaban su rebaño de herbívoros domésticos al cuidado de los perros y comenzaban a trabajar el esparto para hacerlo flexible y manipulable, al tiempo que el experimentado abuelo iba enseñándole al joven Apolonio los secretos del trenzado del material, labor denominada “pleita”. Al atardecer regresaban al pueblo y mientras que el resto de la familia ordeñaba los animales y preparaba los quesos, abuelo y nieto continuaban trabajando, elaborando cinchas para los quesos, cuerdas,