MANUEL BUENDIA
NÓMADAS
Los vemos en las estaciones de autobuses,
de tren, de metro, e incluso en los aeropuertos. En otros tiempos vagaban de un
lugar a otro, con una periodicidad casi exacta, donde el ritmo natural del
clima marcaba su devenir. Otros en cambio, emigraban huyendo de las guerras
provocadas por la invasión de aquellos a los que su lugar se quedaba pequeño, y
con su desplazamiento masivo eran capaces de derribar imperios.
Las guerras, en su mayoría, fueron
provocadas por la necesidad de supervivencia de unos y otros pueblos, y para
ello anexionaban territorios, pero al apropiarse de ellos condenaban a otros al
exilio. La historia de la humanidad es un devenir constante producto de su
propia evolución. Los primeros homínidos que salieron de África tardaron un
instante, en la cronología terrestre, en colonizar todo el planeta.
A pesar de todo ello, los sociólogos
aseguran que el ser humano es sedentario por naturaleza. Es más evidente en el
hombre moderno, ese que ha llegado al corazón mismo de la sociedad de consumo,
el que de un plumazo, en una sola generación ha aumentado sus posesiones hasta
casi el infinito: La casa, el coche, los electrodomésticos, los libros, la
colección de discos, y un larguísimo etcétera.
El nómada moderno no difiere en esencia de
aquellos de tiempos lejanos. Su nomadismo, en muchos casos, es de corto
recorrido y, se limita a recorrer diariamente los kilómetros que separan el
lugar de trabajo del lugar de residencia. En las grandes urbes, la inmensa
mayoría de la población, deambula a diario en las subterráneas tuberías del
Metro, en las grandes avenidas de las ciudades y en las vías de conducción de
cualquier tipo de transporte humano.