ROBERTO BAÑOS VILLALBA
LA ROTATIVA
ROTATIVAS
Tenía ¡por
fin! El artículo de su vida. Acababa de obtener una confidencia que ponía en su
mano la llave para un artículo de primera página.
Llevaba más
de dos años investigando una serie de operaciones a gran escala que uno de los
banqueros más importantes del país realizaba desde la sombra. Éste, se alió con
personas de alto rango político, cuyo tráfico de influencias era notorio y de
auténtico resultado positivo para sus propósitos.
Una serie de
compañías ligadas a otras dentro y fuera del país, hacían que a poco de
adentrarse en el enmarañado negocio, uno se perdiera entre tanto testafer ro y tantas compras y ventas de acciones, no pudiendo saber quién era
el propietario y cómo se obtenían las ganancias.
Sabía que era
arriesgado lo que hacía y que en un momento dado su vida podría estar en
peligro. Gentes del hampa y del narcotráfico se hallaban mezcladas, y era
presumible que no perdonarían a un entrometido periodista, sacar una primera
página que pudiera dar al traste con sus negocios.
Lo pensó y
enseguida lo olvidó. Se puso delante de su ordenador y comenzó a pasar los
últimos datos.
A medida que
los iba pasando, el rompecabezas tomaba forma, todo se aclaraba y las
respuestas aparecían claras y precisas.
Comenzó a dar
los últimos retoques al artículo, que prácticamente tenía escrito desde hacía
tiempo, a falta de confirmación y pruebas de sus afirmaciones.
Cuando lo
terminó y lo leyó se quedó de piedra. Era aún más grave de lo que en un
principio parecía. Destapaba toda una trama de negocios sucios que involucraba
a personas de relevante y conocida solvencia del país.
Se encaminó a
su periódico y pidió hablar con el director.
-
¿Qué hay de
nuevo? -le preguntó éste-.
-
No sé si te atreverás -le dijo echando sobre
la mesa las cuartillas escritas-.
-
El director
las tomó y comenzó a leerlas. Su semblante cambió de color y tragó salida apreciablemente.
Cuando acabó le miró y le dijo:
-¿Todo esto
es así? ¿Tienes pruebas?. ¡Quiero que sepas que te estás jugando el puesto!.
-Bueno,-respondió
el periodista- ¿Vale para una primera página? ¿Estás satisfecho de mi trabajo?.
El Jefe tan
sólo le dijo:
-Déjame
pensarlo, dame tiempo y hablaremos.
- ¡Ni hablar!,
llevo dos años con ello y no voy a esperar ni un minuto más. O sale en la
primera página, o lo llevo a otro lugar, donde estoy seguro que tendrá una gran
acogida. Estoy convencido de que será el artículo de más relevancia de todos
los tiempos.
-De acuerdo
-contestó el director- déjame repasarlo, vete a casa y te llamaré para darte detalles de cómo se editará.
Apenas hubo
salido, el director tomó el teléfono, marcó un número y dijo:
-Hola,
tenemos problemas. Sí, ese Peláez acaba de darme “una bomba”. Creo que habrá
que eliminarle; lo sabe todo y lo explica con pelos y señales. Tú prepara todo.
Ya sabes dónde vive. Sí, que parezca un accidente y lo antes que puedas no sea
que se vaya de la lengua y nos la juegue. Acaba de salir de aquí y le he dicho
que le llamaré a casa .
Minutos
después, una fogata en la papelera del director había convertido en pavesas el
mayor escándalo que jamás se hubiera publicado.
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