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viernes, 28 de febrero de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Malas artes




MALAS ARTES

Era una noche oscura y cerrada.

Caminaba con paso rápido, mirando con el rabillo del ojo a ambos lados con miedo de encontrarme con cualquier asaltante nocturno. No era raro en aquel barrio neoyorkino toparse con tipos raros y malintencionados.

Al llegar a aquel callejón y mirar como los anteriores, me recorrió un escalofrío de pies a cabeza.

Era negro y mal iluminado. Las sombras de las escaleras de emergencia que cada casa tenía, semejaban patas de grandes arañas adheridas a las fachadas, como si treparan.

A unos pocos metros había unos grandes contenedores de basura y entre ellos, me pareció ver un maniquí desechado por un taller de modista, el cual por voluminoso, suele quedar fuera de cualquier cubo de basura.

Atraído por una morbosa curiosidad me paré y aproximé un par de metros, escudriñando en la oscuridad para cerciorarme de que era un maniquí.

miércoles, 19 de febrero de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: La caza





LA CAZA


Por Roberto Baños Villalba


Era un tipazo de mujer imponente.

De unos 30 años, alta, exuberante, pelo castaño, de profundos ojos verdes y boca grande. No obstante, y pese a ser a simple vista tan guapa y atractiva, su mirada fría y calculadora, era capaz de dejar de piedra a quien osara mirarla de frente.

Carol siempre había sido una mujer enigmática para aquellos que la conocieron. Prácticamente cada año trasladaba su residencia a otra ciudad, sin problemas de trabajo, ya que le era muy sencillo obtenerlo, presentándose a aquellos puestos que se anunciaban pidiendo secretarias de “alto nivel”.

Su preparación, presencia y personalidad estaban tan armoniosamente equilibrados, que de forma automática, su nombre era elegido en cualquier selección de personal que hacía.

Vivía sola en apartamentos que alquilaba en cada ciudad. No frecuentaba amistades de trabajo, jefes ni vecinos, sino que acudía a las discotecas y clubs que suelen existir en las grandes urbes, para conseguir personas con quien relacionarse.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Un gran trabajo






UN “GRAN TRABAJO”


Por Roberto Baños Villalba


Caía un chirimiri como de costumbre.

Estaba ya bastante harto de esperar y se encontraba incómodo por estar ya calado, a pesar de su chubasquero, y (POR) tener ganas de ir al baño.

Sentía en la cabeza una euforia fuera de lo normal y un calor interior debido a las tres copas de coñac que había ingerido mucho antes. No estaba borracho pero se sentía como un león capaz de enfrentarse a otra alimaña.

Debido a los vapores etílicos, le palpitaban las sienes y le traían una serie de rápidas imágenes de su infancia y juventud muy azarosas por cierto.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Thriller



THRILLER


Por Roberto Baños Villalba


Aquel barrio parisino era de lo más típico.

Los comerciantes se conocían desde hacía mucho tiempo. El de las frutas y verduras avisaba a sus colegas cada vez que había una partida especial o alguna fruta tropical desconocida a buen precio.

André el panadero, les decía a qué hora salía el pan, para que lo compraran aún caliente. Marc, les decía qué pescado era el más fresco aquel día. Alain, se encargaba de arreglar cualquier radio o aparato eléctrico estropeado, y el zapatero Jacques, procuraba decir a cada uno cuando sus suelas se veían ya gastadas para que pasasen por su taller.

La excepción a la regla era René, propietario de una vieja peluquería. Introvertido, huraño, un tanto desarrapado, vivía en la trastienda de su tienda y rara vez a nadie se le ocurría acudir, ya que su antipático proceder hacía que sólo algún visitante ocasional lo hiciera, mientras que los vecinos preferían utilizar otra peluquería varias calles más arriba cuya limpieza, espejos y luces hacían apetecible entrar.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: 20 negro par y pasa


20 NEGRO PAR Y PASA

Por Roberto Baños Villalba

Llevaba más de tres horas en aquel casino y ni siquiera le pagaban para recuperar la apuesta.

Iba de mesa en mesa, apostando a los números que antes de entrar ya llevaba preconcebidos.

¡Nada! ¡Nada de nada!

Ya había apostado todo el metálico que portaba, así que acudió a las tarjetas de crédito.

Sacó una primera vez, luego una segunda, una tercera y acababa de solicitar la cantidad con la que llegaba al límite de disposición de las mismas.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: El equipo médico habitual


EL EQUIPO MÉDICO HABITUAL

Se encontraba ya listo para empezar.

Tenía la bata verde puesta y había pasado por el lavado de manos de desinfección. El equipo estaba también preparado y el paciente tendido sobre la mesa de operaciones, hablando con el anestesista.

No le va a doler nada -le dijo- sólo va a sentir un fuerte calor que le subirá del brazo donde está el suero hacia la cabeza. No se ponga nervioso. Será una sensación rara. Cuando esto suceda intente contar despacio del uno al diez, al tiempo que piensa en el grafismo del número que vaya a decir. Dentro de un rato todo habrá pasado.

Cuando el ayudante le dijo al doctor que podía empezar cuando quisiera, miró hacia la puerta traslúcida de separación del quirófano y vio la figura de la esposa del paciente de pie a través de ella. Era una mujer imponente, alta, rubia, de bonitas y largas piernas, capaz de hacer volver la vista a su paso, a cualquiera.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Paradoja


PARADOJA


Por Roberto Baños Villalba



Antes no me había fijado, cuando pasé por primera vez.

Quizá fuese ahora, al cruzar el parque desde el lado contrario, un rayo de sol iluminaba el banco donde estaban sentados.

El cuadro era admirable, por la estética con que estaba hecho.

Unos frondosos árboles detrás, en penumbra, un banco allí  donde acababa el césped, y aquella luz tan hermosa que iluminaba la pareja de viejitos.

Él estaba apoyado en el respaldo con las piernas abiertas y el bastón entre ellas cogido a su puño con ambas manos, que a la vez sujetaban un trozo de papel escrito.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: La carrera


LA CARRERA

Por Roberto Baños Villalba


¡Por fin, estaba convirtiendo su sueño en realidad… ¡.

Iba a tomar la curva a 180km/h, pilotando una imponente moto de 500 cc. Prácticamente vestía de azul y blanco de base, si bien luego, las etiquetas publicitarias que llevaba cosidas al traje de tejido especial eran tan variadas, que le daban un aspecto circense de hombre-anuncio.

¡El casco sí que era bonito!. Una vez bajado el visor ahumado que protege la vista del exterior y de los impactos de los mosquitos cuando se estampan contra él, semejaba un astronauta en activo.

Su mente comenzó a trabajar en tanto sus reflejos de forma sincronizada obedecían las órdenes que tanto a través de sus manos, pidiendo más gas, o de sus pies, solicitando cambios rápidos y sincronizados, le llegaban.

MAITE GARCIA VALLES: La mía xana (primero)


Xana

LA MIA XANA (PRIMERO)


Por Maite García Valles



Ya voy “bulito”, no tardo, respondo y bajo las escaleras con la jarra en la mano, si, te lo prometo no beberé por el camino, ya sé que si bebo me pondré mala, hay que “repósala”, ya lo sé.

Tiro de la cuerda y la puerta se abre, salgo de la fría casa, atrás quedan los familiares ruidos, fuera hace sol, me deslumbra y parpadeo varias veces hasta poder ver con claridad, camino por la mini-acera y oigo a los gochos, pobrecitos siempre encerrados en su obscura pocilga.

Camino por el borde de la carretera, no quiero que mis blancos zapatitos se manchen de barro ni pisar ningún “chimiago”. Miro a ambos lados, no se acerca ningún coche ni ningún camión, me decido a cruzar, tengo una importante misión, todos esperan en la casa a que vuelva con la jarra llena de agua para comer, quiero llevarla muy llena, pero no es fácil, no siempre puedo cogerla y cuando lo consigo siempre parece querer derramarse, pero hoy no será así, volveré con la jarra llena del agua de la fuente y sin derramar ni una sola gota.

Ya veo la fuente, aguas frías y cristalinas saliendo de su tosco caño, me cuesta como siempre acercarme, intento pisar con firmeza en las piedras preparadas para dicho fin, están resbaladizas y el agua me salpica y se cuela por mis zapatos, ojala no se me caiga la jarra y no se me manche el vestido… ya llego…

Ya estoy, por favor que hoy la Señora no esté y me deje coger agua, que esté lejos de aquí y no pueda verme, sé que ella puede estar en otros lugares, seguro que hoy tendré suerte y no estará, si vuelvo sin el agua nadie creerá que la Señora no me lo ha permitido, nadie ha visto a la Señora de la fuente, sólo yo, sólo a mi me habla, sólo a mi parece conocerme.

Miro a mi alrededor, ni rastro de la Señora, coloco mi jarra en el caño, todo parece ir bien, está empezando a llenarse… todo está en silencio, que bien hoy no está, hoy tendré suerte…

La Señora es muy bella, sus cabellos son largos y rubios, sus ojos azules como los míos, su piel muy blanca y cuando ella me habla oigo música, música muy triste, ella me asusta, me conoce y sabe lo que pienso, dice que es mi Xana, que cuidará de mi si le doy todo aquello que desea, pero yo no sé cómo hacerlo… y no puedo decírselo a mamá, la Señora me castigaría por ello.

Ya tengo la jarra llena, no oigo música, no oigo ruido alguno, deslizo mis pies sobre las piedras, lentamente, no quiero hacer ningún ruido, tengo los pies fríos y mojados pero no importa, ella no me ha visto, puedo volver a la casa… todos me están esperando.

Hoy ha ido bien, procurando no ortigarme regreso a la casa… me he salvado.





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ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Ghost


GHOST

Por Roberto Baños Villalba


Era una tarde de Navidad.

Venía corriendo como un poseso por la acera y dobló la esquina a toda velocidad.

Se pegó a la fachada y miró hacia atrás para ver si le seguían. Al comprobar que no, dio un bufido y se secó la frente llena de gotas de sudor. Sacó del bolsillo derecho una manzana hermosa y clavó en ella sus dientes dejando una huella del pedazo arrancado.

Qué rica –pensó-, con el hambre que tenía y la oportunidad que tuvo de ver a la tendera de la frutería, dos calles más abajo, distraída en despachar a una clienta.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Base tauro 3






BASE TAURO 3


Por Roberto Baños Villalba


Eran las siete de la tarde y estaba inmóvil en aquella absoluta oscuridad.

Enhiesto y erguido, cual mástil, permanecía en silencio. A mí alrededor todo parecía dormir. Había momentos en que se podría escuchar el vuelo de una mosca. El frío me atenazaba hasta el punto de sentir en toda mi extensión la frialdad del acero. Mi capacidad de reacción se había quedado petrificada y esperaba con el aliento contenido entrar en acción; no obstante, mi instrucciones eran claras precisas: permanecer alerta hasta que mis servicios fuesen requeridos, dicho momento sería advertido de inmediato y mi trabajo comenzaría al instante.

En esas cuitas estaba, cuando una llave se sintió en la puerta. Esta se abrió, una luz se hizo en la entrada e inmediatamente una persona entró cerrando tras de sí. Los pasos se dirigieron hacia el dormitorio donde yo me encontraba.

Se oyó el sonido del interruptor de la luz a cuya orden se encendió la lámpara de la mesa camilla, contraria a donde me encontraba situado, que hacía de mesilla.

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: El rostro




EL ROSTRO

por Roberto Baños Villalba

A primera vista, no fue importante.

Sólo pasados unos instantes, y a medida que mis ojos se hacían a la claridad, quedé atónito ante lo que vi.

Me pareció una de esas caras que solemos ver en las películas de gansters de los años treinta. Regordeta y mofletuda, con barba ya crecida, discurrían por su superficie unos surcos tremendamente marcados, semejando cortes de navaja o cicatrices restañadas de antiguo boxeador.

En la frente, las arrugas llegaban a tal grado que más bien parecían la obra aún fresca de una escultura de barro pendiente de modelar, en donde las pellas de material quedan tan solo colocadas a la espera de un posterior alisado.

Las orejas, exageradamente largas, salían de los laterales como pingajos de carne blanda que, en forma de soplillos le daban un aspecto de criatura de otra galaxia. La nariz, gruesa y sebosa, daba la impresión de haber sido usada sin límite. Unos pelos asomando de su interior demostraban descuido por parte de su dueño.

El pelo, cubriendo unas dos terceras partes de la cabeza, era ensortijado y brillaba por lo grasiento. No había orden en el peinado y carecía de raya. Si a esto añadimos unas amplias cejas en desorden, le daba al conjunto una pinta de cornúpeta. Los ojos me sobrecogieron. Eran vitriolo puro. Felinos y a la vez criminales.

Parecían los clásicos que pueden dejar petrificado a cualquiera. Había en ellos una mezcla de rabia y odio contenidos.

Su color, negro como la noche, servía para darle a su aspecto, ya feroz, una tenebrosa y salvaje pincelada.

Su aspecto, era al de un ser repugnante, cuya visión, difícilmente podría aguantar por más de unos segundos. Sin embargo, pasó algo incomprensible y a la vez inusitado con una cara así.

Se aproximó y noté claramente que sus labios se movían.

¡Sí, era cierto! se abrían y empezaban a mostrarme su interior. Una dentadura –no demasiado limpia‐ cerrada y pétrea, de dientes irregulares con sus bases ya de avanzada piorrea, empezó a crear un intento de sonrisa.

Me pareció increíble que “aquello” pudiera dar otra cosa que un bufido; y, sin embargo, en una porción de segundo que a mí se me hizo como una larga secuencia a cámara lenta, todos los músculos de su cara empezaron a ponerse en funcionamiento.

Los surcos se agrandaron, sus mofletes subieron y su mentón igualmente se alzó. El resultado fue una total y amplia sonrisa que dejaba al descubierto dos filas de dientes apretados.


Acto seguido, bajé mi vista hacia el lavabo y me dispuse a afeitarme.







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ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Un instante crucial


UN INSTANTE CRUCIAL


Por Roberto Baños Villalba


Me encontraba tendido boca arriba, mi garganta era incapaz de emitir ningún sonido. Sin embargo, mis sentidos permanecían intactos.

No acertaba a entender lo que me había pasado. Tan sólo recordaba que me hallaba dormido cuando ocurrió algo, que aún ahora no me podía explicar.

Debió ser un golpe, tal vez algunos de mis enemigos habían tomado venganza contra mí y me habían herido de muerte. Tal vez un puñal clavado en el pecho o espalda a tenor del dolor tan intenso que sentía. Quizá había sido abatido por un disparo, dado el dolor en la cabeza y el mareo que me dominaba.

Lo cierto es que pasé del dulce sueño reparador a la situación en que ahora me hallaba.