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domingo, 1 de junio de 2014

MANUEL BUENDIA: Nómadas



MANUEL BUENDIA


NÓMADAS



Los vemos en las estaciones de autobuses, de tren, de metro, e incluso en los aeropuertos. En otros tiempos vagaban de un lugar a otro, con una periodicidad casi exacta, donde el ritmo natural del clima marcaba su devenir. Otros en cambio, emigraban huyendo de las guerras provocadas por la invasión de aquellos a los que su lugar se quedaba pequeño, y con su desplazamiento masivo eran capaces de derribar imperios.

Las guerras, en su mayoría, fueron provocadas por la necesidad de supervivencia de unos y otros pueblos, y para ello anexionaban territorios, pero al apropiarse de ellos condenaban a otros al exilio. La historia de la humanidad es un devenir constante producto de su propia evolución. Los primeros homínidos que salieron de África tardaron un instante, en la cronología terrestre, en colonizar todo el planeta.

A pesar de todo ello, los sociólogos aseguran que el ser humano es sedentario por naturaleza. Es más evidente en el hombre moderno, ese que ha llegado al corazón mismo de la sociedad de consumo, el que de un plumazo, en una sola generación ha aumentado sus posesiones hasta casi el infinito: La casa, el coche, los electrodomésticos, los libros, la colección de discos, y un larguísimo etcétera.

El nómada moderno no difiere en esencia de aquellos de tiempos lejanos. Su nomadismo, en muchos casos, es de corto recorrido y, se limita a recorrer diariamente los kilómetros que separan el lugar de trabajo del lugar de residencia. En las grandes urbes, la inmensa mayoría de la población, deambula a diario en las subterráneas tuberías del Metro, en las grandes avenidas de las ciudades y en las vías de conducción de cualquier tipo de transporte humano.





Están también aquellos que han tenido que dejar su lugar de nacimiento, sus raíces, y en la mayoría de los casos su familia y seres queridos. Huyendo de guerras auténticas, o tal vez huyendo del hambre, la desesperanza o la persecución. Esos nómadas que hoy llamamos inmigrantes y a los que gran parte de la población teme, por la ancestral fobia del ser humano a lo desconocido. 

Nuestro país sabe mucho de ello, llevamos más de 500 años desplazándonos a otras tierras en busca de “el Dorado”, y en estos momentos cerca de un millón de ciudadanos españoles vive fuera de nuestras fronteras. Esta es una realidad que seguirá aumentando en los próximos años, aunque los sociólogos reconocen que son incapaces de predecir lo que ocurrirá a medio plazo.

Por último, están todos aquellos que buscan su sitio en el mundo. Es para éstos un exilio permanente, en muchos casos es un exilio interior;  incapaces de dejar su mundo físico, deambulan por universos del alma, o del intelecto, en busca de ese paraíso perdido cuando aquellos primeros homínidos dejaron las llanuras africanas.

Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad
En las nieblas del norte, en los tumultos civilizados,
Entre los clarososcuros y la monotonía
 de los días, que pasan.
(Nómadas –Franco Batiatto)






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2 comentarios:

  1. YO SOY UNA NÓMADA MODERNA

    Hoy ha sido otro duro día en el infierno, pero ya ha pasado, uno más, aunque el sol casi se ha puesto, confío en que todavía podré aprovechar algunas horas, con suerte pronto estaré en casa…

    Salgo a la calle, siento frío, me dirijo hacia mi transporte cotidiano, el tren de cercanías me llevará, cada día lo hace, de vuelta al “reposo del guerrero”, si camino deprisa podré tomarlo a tiempo…

    Al final me sobra tiempo y espero en el andén, hay muchas otras personas, creo que todas ellas están mirando su móvil o jugando a no sé qué, ni nos miramos… se anuncia, queda un minuto para la llegada del tren, ya está aquí…

    Las puertas se abren y entro en el vagón, camino hacia el fondo en busca de un asiento, el que me gusta es al fondo y en el sentido contrario a la marcha del tren, cuando me siente, seguro que consigo echar una cabezadita como cada tarde, de pocos minutos pero muy reparadora.

    Avanzo lentamente, cansina como cada día, hasta el lugar que quiero, pero está ocupado, desagradablemente ocupado, hay un hombre greñudo y maloliente que duerme, su hedor me llega, a cuerpo y ropa sucia, a miseria y problemas.

    Dudo, no sé muy bien que hacer, otras personas llegan queriendo ocupar esos asientos y se dan media vuelta espantadas, eso sí, sin dejar de mirar su móvil, estoy confusa y me siento frente de él, sólo por qué en mi desconcierto no soy capaz de hacer otra cosa, ese es mi asiento de cada tarde, el último y en sentído contrario a la dirección del tren.

    Me digo a mi misma que no pasa nada, cierro los ojos e intento relajarme y quedarme traspuesta, pero es imposible, su olor a mugre me resulta insoportable, me produce una inquietud que no soy capaz de controlar, no es asco, no llega a ser miedo, al menos no de él, pero creo que si de la vida, no puedo evitar preguntarme cuantos pasos nos separan, ¿cuántos errores o cuantos aciertos?.

    Sumida en mis pensamientos ni me doy cuenta de que se ha despertado, me está mirando fijamente, no puedo aguantar su mirada y en un impulso abro mi bolso y saco la brillante manzana que hoy no me he comido, como suelo hacerlo a media mañana, se la ofrezco y él la toma y sonríe, una sonrisa sin dientes, siento un escalofrío, se levanta y se dirige hacia las puertas del tren, se baja en la siguiente parada.

    El ya no está pero su hedor permanece, estoy deseando llegar a casa y ducharme, sólo necesito eso, no pienso en el bien o el mal, ni en brillantes manzanas ni en serpientes malvadas.

    Génesis 3: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: no moriréis; si no que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos; y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”
    Y TODO POR UNA MANZANA

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    Respuestas
    1. Yo invito a esta gran escritora a que participe con sus magníficas obras y enriquezca este blog. ¿será posible?.

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