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jueves, 6 de marzo de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Humanoides





HUMANOIDES

Por Roberto Baños Villalba


Era un conjunto de chalets adosados, situados en un elegante distrito a las afueras de la gran ciudad.

Juan Ignacio y Casandra, matrimoniados y sin hijos, eran propietarios de uno de ellos, justo al lado del último, que hacía chaflán con la calle en que vivían.

La carencia de hijos había sido suplida de alguna forma por un gran perro lobo “Nero” que a la vez de guardián de la casa les hacía compañía. El animal pasaba largas horas del día retozando en un pequeño jardín del que disponían todas las casitas en la parte trasera. Estaba perfectamente entrenado para realizar cualquier cosa a un pequeño mandato de sus dueños. Su presencia se había hecho tan entrañable que rara era la vez que no iba el can acompañando a sus dueños, aunque tan solo fuera para ir a comprar el periódico.

Sus vecinos –en régimen de alquiler- Carla y Alberto, tenían por el contrario una niña preciosa de tres años, “Pilu”, la cual tenía dos grandes compañeros. Uno era el perro de sus vecinos que ya existía cuando ella nació, y otro era un pequeño conejo blanco que su padre le trajo hacía ya un año, y que guardaba celosamente en una pequeña jaula cuya base quedaba oculta por unas virutas que ella personalmente cambiaba cada día.

Ni que decir tiene, que a Nero no le caía bien el conejo. No se sabía si por celos de la niña o porque en su entrenamiento, no le habían explicado la convivencia con animales de otro género tan opuesto. Lo cierto es que cada vez que Nero entraba en casa de Pilu, había que encerrar al conejo y ponerlo fuera de su alcance en otra habitación.


Un día determinado, Carla y Alberto, fueron a visitar a sus vecinos para darles la noticia de que iban a pasar una semana con su hijita en un país extranjero. Al tiempo de despedirse, les solicitaron que echaran de vez en cuando un vistazo hacia el salón –desde el que se veía el de ellos-, tan solo para asegurarse de que todo estaba normal.

¡Ah! Carla pidió a Casandra que tan solo se preocupase de regarle sus maceteros con flores que se encontraban a ambos lados de la entrada a la casa.

Apenas pasó el primer día, y era la hora de comer. Casandra iba a servir el café a Juan Ignacio en la sala cuando se quedaron de piedra por lo que vieron.

En el ventanal del salón que daba al jardín –ahora abierto-, vieron la estampa de Nero, portando en sus fauces el conejito blanco de su vecina, completamente sucio y muerto. O depositó en el suelo y les ladró.

Como un resorte, ambos se levantaron y fueron hacia Nero increpándole a voz en grito. El amo no pudo contenerse y le propinó una soberana patada que lo lanzó al porche. Allí el perro quedó caído y encogido, al tiempo que empezó a gemir. Sus amos llegaron de nuevo hasta él y siguieron pegándole al tiempo que proferían toda clase de improperios.

Horas después, el matrimonio había pensado todas las fórmulas posibles para ocultar el hecho a sus dueños, ya que desistieron de decirles la verdad de lo ocurrido.

Dejo al lector la posibilidad de que haga sus cábalas sobre lo que él hubiera hecho en un caso semejante.

La solución que tomaron fue la siguiente: lavaron perfectamente al conejito y lo depositaron dentro de la jaula. La cerraron y acordaron que no hablarían de nada de lo ocurrido a sus vecinos pues así ellos mismos lo encontrarían a su regreso.

Pasaron los cinco días siguientes. El sexto día, por la mañana, Carla y Alberto fueron a casa de sus vecinos, y al abrirles la puerta, Juan Ignacio y Casandra notaron que traían unas caras serias.

Después de los saludos de rigor, Carla les comunicó que venían a despedirse porque se mudaban de casa.

-                     ¿Y eso?, -inquirió Casandra- ¿a qué se debe?. Carla muy cariacontecida respondió:
-                     Nos han hecho “vudú” y nos vamos de aquí a vivir a otro lugar.
-                     Veréis, el día antes de marcharnos de viaje se nos murió el conejito blanco de Pilu, y dada la pena que nos causó por lo que le queríamos, decidimos enterrarlo en el jardín posterior de la casa.

-                     ¡No os lo vais a creer!, pero ayer, al regresar, nos encontramos al conejito muerto, dentro de su jaula. 


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1 comentario:

  1. Ja Ja ja :) Muy tuyo ¡¡¡ eres un artista y desde luego voy a seguirte. Lo compartiré con mis padres
    Mil besos

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