HUMANOIDES
Por Roberto Baños Villalba
Era un
conjunto de chalets adosados, situados en un elegante distrito a las afueras de
la gran ciudad.
Juan Ignacio
y Casandra, matrimoniados y sin hijos, eran propietarios de uno de ellos, justo
al lado del último, que hacía chaflán con la calle en que vivían.
La carencia
de hijos había sido suplida de alguna forma por un gran perro lobo “Nero” que a la vez de guardián de la casa les hacía compañía. El animal pasaba largas horas del día retozando en
un pequeño jardín del que disponían todas las casitas en la parte trasera.
Estaba perfectamente entrenado para realizar cualquier cosa a un pequeño
mandato de sus dueños. Su presencia se había hecho tan entrañable que rara era
la vez que no iba el can acompañando a sus dueños, aunque tan solo fuera para
ir a comprar el periódico.
Sus vecinos
–en régimen de alquiler- Carla y Alberto, tenían por el contrario una niña
preciosa de tres años, “Pilu”, la cual tenía dos grandes compañeros. Uno era el
perro de sus vecinos que ya existía cuando ella nació, y otro
era un pequeño conejo blanco que su padre le trajo hacía ya un año, y que
guardaba celosamente en una pequeña jaula cuya base quedaba oculta por unas
virutas que ella personalmente cambiaba cada día.
Ni que decir
tiene, que a Nero no le caía bien el conejo. No se sabía si por celos de la
niña o porque en su entrenamiento, no le habían explicado la convivencia con
animales de otro género tan opuesto. Lo cierto es que cada vez que Nero entraba
en casa de Pilu, había que encerrar al conejo y ponerlo fuera
de su alcance en otra habitación.
Un día
determinado, Carla y Alberto, fueron a visitar a sus vecinos para darles la
noticia de que iban a pasar una semana con su hijita en un país extranjero. Al
tiempo de despedirse, les solicitaron que echaran de vez en cuando un vistazo
hacia el salón –desde el que se veía el de ellos-, tan solo para asegurarse de
que todo estaba normal.
¡Ah! Carla
pidió a Casandra que tan solo se preocupase de regarle sus maceteros con flores
que se encontraban a ambos lados de la entrada a la casa .
Apenas pasó
el primer día, y era la hora de comer. Casandra iba a servir el café a Juan
Ignacio en la sala cuando se quedaron de piedra por lo que vieron.
En el
ventanal del salón que daba al jardín –ahora abierto-, vieron la estampa de
Nero, portando en sus fauces el conejito blanco de su vecina, completamente
sucio y muerto. O depositó en el suelo y les ladró.
Como un
resorte, ambos se levantaron y fueron hacia Nero increpándole a voz en grito.
El amo no pudo contenerse y le propinó una soberana patada que lo lanzó al
porche. Allí el perro quedó caído y encogido, al tiempo que empezó a gemir.
Sus amos llegaron de nuevo hasta él y siguieron pegándole al tiempo que profer ían toda clase de improperios.
Horas
después, el matrimonio había pensado todas las fórmulas posibles para ocultar
el hecho a sus dueños, ya que desistieron de decirles la verdad de lo ocurrido.
Dejo al
lector la posibilidad de que haga sus cábalas sobre lo que él hubiera hecho en
un caso semejante.
La solución
que tomaron fue la siguiente: lavaron perfectamente al conejito y lo
depositaron dentro de la jaula. La cerraron y acordaron que no hablarían de
nada de lo ocurrido a sus vecinos pues así ellos mismos lo encontrarían a su
regreso.
Pasaron los
cinco días siguientes. El sexto día, por la mañana, Carla y Alberto fueron a casa de sus vecinos, y al abrirles la puerta, Juan Ignacio y Casandra
notaron que traían unas caras serias.
Después de
los saludos de rigor, Carla les comunicó que venían a despedirse porque se
mudaban de casa .
-
¿Y eso?,
-inquirió Casandra- ¿a qué se debe?. Carla muy cariacontecida respondió:
-
Nos han hecho
“vudú” y nos vamos de aquí a vivir a otro lugar.
-
Veréis, el día
antes de marcharnos de viaje se nos murió el conejito blanco de Pilu, y dada la
pena que nos causó por lo que le queríamos, decidimos enterrarlo en el jardín
posterior de la casa .
-
¡No os lo vais a
creer!, pero ayer, al regresar, nos encontramos al conejito muerto, dentro de
su jaula.
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Ja Ja ja :) Muy tuyo ¡¡¡ eres un artista y desde luego voy a seguirte. Lo compartiré con mis padres
ResponderEliminarMil besos