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domingo, 8 de febrero de 2015

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Best Seller






BEST SELLER

Leyó una vez más todo el texto.

Verdaderamente, pensó, será el libro que una vez más me permita acceder a uno de los más importantes premios instituidos de la Nación.

Para un escritor, no hay nada más importante que ganar premios. De esa forma, las editoriales cuentan con uno. Se gana dinero -no digamos nada si luego se lleva al cine-. Y la fama que se adquiere entre los lectores hace que cada vez que se edita algo nuevo, se lancen a su compra e incluso lo comenten boca a oído, aún cuando en realidad no pase de ser un mediocre libro, novela, ensayo, etc.

Estaba satisfecho y orgulloso, no en vano ya hacía más de dos años que no acaba nada que mereciese la pena, y ahora, con este motivo, serviría para resurgir con fuerza de entre las cenizas en las que estaba sumergido por culpa de su poca imaginación y por la vaguería a la que había llegado.

Este best seller no podía dejarlo ir, ya que significaría pasar de nuevo por lo menos otros dos años de buena vida, debido a sus beneficios.

Ya se veía en la Gala de Premios, vestido de esmoquin, y sabiéndose finalista.

Si a esto añadimos su amistad con un par de miembros del Jurado que fallaría el premio, y a los que ya había descubierto su seudónimo, estaba seguro de que ganaría.

Es necesario explicar que en esa noche de fallo de un concurso, las sensaciones de los seleccionados son muy distintas.

Así, en el caso de los noveles, sus nervios los delatan, ya que no son capaces de dominarlos. Se juegan mucho, tal vez varios años de vivir casi como bohemios sin recursos, incomprendidos por el resto de las personas, que no son capaces de creer en ellos si no es en base a un premio de rango importante.

Es entonces, sólo entonces, cuando los editores se acuerdan de ellos, de las veces que llamaron a su puerta y no les abrieron.

En el caso de escritores no primerizos, las sensaciones varían.

Sufren por repetir éxitos y no perder su ya lejana popularidad. Significa relanzamiento y credibilidad para, aprovechando ese momento, editar otros libros que han escrito últimamente y que no tienen editor que los patrocine.

Henchido de confianza, y rebosando alegría por los cuatro costados, nuestro escritor se encaminó al salón de su casa.

Su cara se tornó hosca y agria, y poniendo una voz grave, se dirigió a un joven que fumaba nerviosamente sentado en el sillón.

-                     Bueno Peláez, no está del todo mal. Deberé, como puedes suponer, hacer innumerables retoques, amén de cambiar el título. No espero conseguir sino gastar dinero en balde. ¿Cuánto me vas a cobrar esta vez?. Peláez, nervioso, le contestó con voz casi imperceptible:
-             ¿Le parece bien 750€?
-                     Dejémoslo en 500€ -le interrumpió nuestro escritor- me va a llevar mucho tiempo arreglarlo para posiblemente sacar ¡nada!.
-             Bien de acuerdo -dijo Peláez-.

Le pagó y cuando el joven iba hacia la puerta alzó la voz para decirle: ¡Ah Peláez! Si escribes algún otro texto, me lo traes, pero piensa algo más que con éste. ¡A ver si mejoras!.




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