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miércoles, 19 de marzo de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Hotel





HOTEL


Por Roberto Baños Villalba


Aquel Hotel tenía un trajín casi continuo.

Clientes de todas clases y condiciones se mezclaban en idas y venidas preguntando por alguien, buscando la centralita de teléfonos, pidiendo información, pagando la cuenta, localizando la cafetería, saliendo y entrando por las puertas de los ascensores o caminando hacia un salón de reuniones.

Entre todo aquel revoltijo de gente y maletas, había algo que hacía que aquella Torre de Babel no se desmoronase. Era el personal del Hotel, que diligentemente y como si de una tarea mecánica se tratase, distribuía, indicaba u ordenaba recoger un determinado equipaje, etc., para que cada cliente fuera apaciguándose y “la puré” (término hotelero que significa estar justo en el momento álgido de más trabajo ) pasara, ya que a continuación vendría la calma, y el trabajo sería más reposado una vez que estuviesen en el lugar que deseaban.


No les exageraría si les digo que todas, absolutamente todas las profesiones, oficios y condiciones sociales, tales como: malhechores, asesinos, gángsters, políticos, artistas, eclesiásticos, drogadictos, adúlteros, ladrones, sádicos, terroristas y un largo etcétera,  son parte de la clientela de un Hotel, que se amalgama entre los turistas y el huésped normal asiduo o circunstancial.

Se entremezclan de tal forma, que es imposible a simple vista, poder decir en un momento determinado con quién viajamos en un ascensor de la planta baja al piso 10.

Resulta divertido, cuando ocurre un suceso extraordinario con intervención de la policía, ver las caras del propio personal cuando conoce los detalles y los asocia con tal o cual cliente que puede ser habitual o con el que tan sólo se han cruzado unas palabras pero que nos viene a la memoria.

Mister Oliver, era un técnico extranjero de tipo medio, al que su empresa había comisionado para que viniese a Madrid para ver una fábrica que en breve pensaban comprar y diese su dictamen técnico de utilización. El viaje era tan sólo de 48 horas.

Apenas llegado al Hotel por la mañana, deshizo el equipaje y se dirigió a su cita concertada de antemano. Una vez celebrada aprovechó para hacer la inspección de talleres, y de esa forma tener un tiempo libre bien esa tarde o al día siguiente, antes del viaje de regreso.

No hay exactitud en los  datos de lo que pasó entre las 19:00 y las 03:30 horas de la madrugada.

¿Quizá llamó requiriendo los servicios de una señorita?. ¿Quizás encontró a una joven , y con ella entró en el Hotel sin que nadie detectara su presencia debido al jaleo?. ¿Es posible que le echaran alguna droga en la bebida que tomaron en la habitación, ya que la cuenta del servicio de pisos era considerable?.

Lo auténticamente cierto es que a las 03:31 horas, un cliente llamó a Recepción diciendo que cerca de su habitación, se oía un gran escándalo con voces y golpes.

Se personan en el piso el vigilante y el recepcionista de noche, los cuales quedan un tanto sorprendidos por el cuadro que contemplan.

Mr. Oliver, totalmente ebrio y en paños menores, se encuentra en la habitación gritando, mientras con la mano derecha tiene asida a una joven prostituta por la garganta.
El ventanal de la habitación está roto. Uno de los pedazos de cristal desprendido está en el suelo manchado de sangre, ya que al caer a segado el tendón de Aquiles del cliente -cosa que se sabrá más tarde-, por lo que anda cojeando entre un charco de sangre que va dejando al caminar.

La mujer medio desnuda, grita desencajada diciendo que la quería tirar por la ventana.

Una vez apaciguados por el personal del Hotel, se procede a acompañar al cliente al Hospital donde se le cose el tendón en tanto le hacen de intérprete.

La mujer insiste en poner una denuncia contra el cliente por intento de asesinato.

 Mr.Oliver pide que no le denuncie y dice que le pagará así como al Hotel, por los daños ocasionados en la habitación, y que se abstengan en el Hotel de mantener correspondencia con él por ser persona casada. No acierta a comprender qué le ha pasado ni cómo. Es una persona pacífica y normal. No desea que este suceso se conozca en su empresa. Incluso a él le resulta increíble lo ocurrido.

Sobre las ocho de la mañana el cliente regresa al Hotel con la cara descompuesta, barba crecida, ropa sudada y sucia, con un pie vendado y metido en el zapato a guisa de chancla. Abona su cuenta con la tarjeta de crédito, hace su pequeño equipaje y toma un taxi para el aeropuerto.

Acaba de hacerse el primer cambio de turno de personal y ya el episodio va de boca en boca. Comienzan los recuerdos de coincidencias del Sr. Oliver y se empieza a recomponer el puzle.

Durante todo el día en el Hotel no se habla de otra cosa.

Tres días más tarde se ha olvidado por completo el suceso.

¡Ya hay otro diferente que acapara la atención!.



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