AMOR DE FERIA
“Me llamo Elena, soy de
Barcelona, pero vengo todos los años para la feria a ver a mi prima”- Estaban
en la caseta del tiro al pichón – nunca supe por que le llamaban así – su amigo
Ramón y él con esas dos bellezas. Ramón estaba coladito por la prima de Elena,
Carmen, y fue la ocasión ideal para acercarse a ellas, ya que era la primera
noche de fiestas, la que en el pueblo llaman “la noche de la pólvora”.
Era evidente que a las chicas
también les gustaban ellos, ya que no tuvieron ningún reparo en subir por
parejas a los coches de choque. Después hubo una especie de tour por el tren de
la bruja, la noria, el barco pirata y la competición de bombarderos, en las que
ganaron dos botellas de sidra que se bebieron con alegría en un banco de la
zona más oscura del parque. Al despedirse quedaron para el día siguiente y se
besaron en la mejilla rozándose tímidamente los labios.
La noche siguiente fue parecida a
la anterior, pero en todas las actividades las parejas estaban ya más
perfiladas: Ramón y Carmen se gustaban en secreto desde hacía tiempo, y no
ocultaban la atracción que sentían el uno por el otro; a mitad de la noche, y
entre dos casetas, se besaron, y de vez en cuando se cogían las manos. Por su
parte Antonio y Elena no paraban de reír y de hablar. Elena, acostumbrada al
ambiente de una ciudad como Barcelona, jamás habría imaginado que en un pueblo
podría encontrar a un chico como Antonio: Divertido, sensible, culto, y además
no era feo. Antonio le hablaba de música rock, de literatura y de comix, y ella
lo escuchaba y observaba con una mezcla de admiración y perplejidad.