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jueves, 24 de julio de 2014

ROBERTO BAÑOS VILLALBA: Una cana al aire


ROBERTO BAÑOS VILLABA


UNA CANA AL AIRE


Llevaba tiempo leyendo los innumerables anuncios eróticos de aquella revista porno.

Especialmente uno le llamaba la atención. Se repetía en sucesivos números solicitando caballero ocasional, para encuentro amoroso en lugar discreto, en horas de oficina, y sin interés. No profesional. Firmaba Olga. Apartado 3033.

Era la ocasión. Sin dudarlo llamó a la revista y contrató un apartado postal dando un nombre y apellidos falsos, comprometiéndose a mandar un giro telegráfico por el importe que señalasen. Le ofrecieron el nº 25.122 y le recordaron que la validez de ese apartado sería de un mes. Cualquier día que quisiese, podía pasar por la revista y retirar las cartas o avisos que hubiese dirigidos a su número.

Pensó que igual que creía que el nombre de Olga sería supuesto, el adoptaría el de Borja, y alteraría sus datos hasta no realizar el encuentro.

Mandó una carta en la que decía que él era la persona que ella estaba buscando y que esperaba tener una contestación en su apartado nº 25.122, diciendo si estaba de acuerdo en encontrarse dos semanas más tarde, a las 13:00 horas, en el Motel Ambasador, situado a las afueras de la ciudad. Para tal efecto, él ya se habría registrado previamente en una habitación de matrimonio. Ella tan sólo tendría que preguntar a su llegada en la recepción cual era el número de la habitación de su esposo D. Borja Fernández. Él la esperaría dentro.
Una vez enviada la carta, se sintió satisfecho. Era todo lo que necesitaba y tal cual lo había deseado desde hacía tiempo.

Al cabo de siete días fue a la revista y solicitó la correspondencia del aparatado 25.122. Le entregaron una carta que firmaba en el reverso “Olga 3.033”.

El corazón le dio un vuelco. Bajó precipitadamente las escaleras, y sin poderse contener, al llegar al portal abrió el obre en el que leyó: “¡Hola Borja!, respondo a tu carta y por mi parte estoy de acuerdo en que nos encontremos el martes día 15, en el Motel Ambasador, a las 13 horas. Espero que no falles y que lo hayas arreglado todo tal y como me lo explicas. No rompas el plan previsto y verás cómo no te arrepentirás. OLGA”.

Por fin el encuentro estaba pactado, ahora sólo quedaba arreglar los detalles.

Aquella misma tarde, al llegar a su casa y durante la cena contó cómo la empresa, le mandaba el próximo martes de viaje fuera de la ciudad por un día, por lo que debería llevarse una pequeña maleta.

Tuvo que inventar una sarta de mentiras para contestar a las preguntas que le hizo su mujer, a medida que se sucedían, como por ejemplo:
¿A qué se debería esa nueva moda de viajar?
¿Por qué era necesario pasar la noche fuera?
¿Es que no era posible hacer las gestiones en el mismo día?
Etc.
Al cabo de media hora ya tuvo convencida a su mujer y se cambió de conversación.

El día anterior a la cita, fue hasta el Motel y realizó la reserva para el día siguiente, para que el plan fuese perfecto.
Llegó el martes y salió temprano de casa. Dentro del maletín lo clásico: cepillo y pasta de dientes, colonia, un pijama, un traje, una camisa limpia, una muda, calcetines limpios, reloj despertador, pañuelo, etc. Se despidió y salió en dirección a la oficina.

Antes de llegar al Motel paró en la floristería donde adquirió un ramillete de rosas rojas. Después pasó a comprar una caja de bombones y a continuación, en una farmacia, adquirió preservativos .Llegó sobre las once de la mañana y tuvo que esperar treinta minutos para que la habitación estuviera lista. Apenas subió, pidió que le mandasen una botella de champagne bien fría con dos servicios y unos canapés.

Deshizo la maleta con cierto nerviosismo y colocó las flores. Se lavó los dientes y se puso su colonia preferida. Destapó la cama y se sentó en la butaca a esperar, pues le quedaba aún una hora hasta que su cita se hiciera realidad.

Estaba entre nervioso y relajado pues durante los días anteriores, su mente había trabajado al máximo poniéndole fantasías que nunca antes había tenido. Por otra parte, había arreglado concienzudamente todos los detalles para que su ausencias del trabajo y de su casa estuvieran bien justificadas.
Miró el reloj y vio que sólo quedaban diez minutos. En ese momento le asaltaron mil dudas:
¿Y si no era guapa?
¿Y si era negra?
¿Y si era una degenerada?
¿Y si era un travestido?
¿Y si estuviese enferma?
¿Y si no venía?

Se inquietó y empezó a decirse que posiblemente no fue una brillante idea escribir a la revista. Lo cierto es que ya era tarde para arrepentirse pues su reloj marcaba las 13 horas. Se quedó expectante.

En ese momento llamaron a la puerta. Dio un vistazo al conjunto mientras se levantaba, y se dirigió a abrir la puerta.
¿Quién es? –preguntó-
Soy Olga –contestó una voz femenina-
Abrió lentamente la puerta, como para que la aparición fuese poco a poco.

Se quedó frío como el mármol, al tiempo que exclamó: ¡Tú!, mientras que su mujer, con peluca rubia y boca pintada de rojo brillante decía con cara de sorpresa: ¿Tú?.






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