UNA CANA AL AIRE
Llevaba
tiempo leyendo los innumerables anuncios eróticos de aquella revista porno.
Especialmente
uno le llamaba la atención. Se repetía en sucesivos números solicitando
caballero ocasional, para encuentro amoroso en lugar discreto, en horas de
oficina, y sin interés. No profesional. Firmaba Olga. Apartado 3033.
Era la
ocasión. Sin dudarlo llamó a la revista y contrató un apartado postal dando un
nombre y apellidos falsos, comprometiéndose a mandar un giro telegráfico por el
importe que señalasen. Le ofrecieron el nº 25.122 y le recordaron que la
validez de ese apartado sería de un mes. Cualquier día que quisiese, podía
pasar por la revista y retirar las cartas o avisos que hubiese dirigidos a su
número.
Pensó que
igual que creía que el nombre de Olga sería supuesto, el adoptaría el de Borja,
y alteraría sus datos hasta no realizar el encuentro.
Mandó una
carta en la que decía que él era la persona que ella estaba buscando y que
esperaba tener una contestación en su apartado nº 25.122, diciendo si estaba de
acuerdo en encontrarse dos semanas más tarde, a las 13:00 horas, en el Motel Ambasador,
situado a las afueras de la ciudad. Para tal efecto, él ya se habría registrado
previamente en una habitación de matrimonio. Ella tan sólo tendría que
preguntar a su llegada en la recepción cual era el número de la habitación de
su esposo D. Borja Fernández. Él la esperaría dentro.
Una vez
enviada la carta, se sintió satisfecho. Era todo lo que necesitaba y tal cual
lo había deseado desde hacía tiempo.
Al cabo de
siete días fue a la revista y solicitó la correspondencia del aparatado 25.122.
Le entregaron una carta que firmaba en el reverso “Olga 3.033”.
El corazón le
dio un vuelco. Bajó precipitadamente las escaleras, y sin poderse contener, al
llegar al portal abrió el obre en el que leyó: “¡Hola Borja!, respondo a tu
carta y por mi parte estoy de acuerdo en que nos encontremos el martes día 15,
en el Motel Ambasador, a las 13 horas. Espero que no falles y que lo hayas
arreglado todo tal y como me lo explicas. No rompas el plan previsto y verás
cómo no te arrepentirás. OLGA”.
Por fin el
encuentro estaba pactado, ahora sólo quedaba arreglar los detalles.
Aquella misma
tarde, al llegar a su casa y durante la cena contó cómo la empresa, le mandaba
el próximo martes de viaje fuera de la ciudad por un día, por lo que debería
llevarse una pequeña maleta.
Tuvo que
inventar una sarta de mentiras para contestar a las preguntas que le hizo su
mujer, a medida que se sucedían, como por ejemplo:
¿A qué se
debería esa nueva moda de viajar?
¿Por qué era
necesario pasar la noche fuera?
¿Es que no
era posible hacer las gestiones en el mismo día?
Etc.
El día
anterior a la cita, fue hasta el Motel y realizó la reserva para el día
siguiente, para que el plan fuese perfecto.
Llegó el
martes y salió temprano de casa . Dentro del maletín lo clásico: cepillo y pasta de
dientes, colonia, un pijama, un traje, una camisa limpia, una muda, calcetines
limpios, reloj despertador, pañuelo, etc. Se despidió y salió en dirección a la
oficina.
Antes de
llegar al Motel paró en la floristería donde adquirió un ramillete de rosas
rojas. Después pasó a comprar una caja de bombones y a continuación, en una
farmacia, adquirió preservativos .Llegó sobre las once de la mañana y tuvo que
esperar treinta minutos para que la habitación estuviera lista. Apenas subió,
pidió que le mandasen una botella de champagne bien fría con dos servicios y
unos canapés.
Deshizo la
maleta con cierto nerviosismo y colocó las flores. Se lavó los dientes y se
puso su colonia prefer ida. Destapó la cama y se sentó en la butaca a
esperar, pues le quedaba aún una hora hasta que su cita se hiciera realidad.
Estaba entre
nervioso y relajado pues durante los días anteriores, su mente había trabajado
al máximo poniéndole fantasías que nunca antes había tenido. Por otra parte,
había arreglado concienzudamente todos los detalles para que su ausencias del
trabajo y de su casa estuvieran bien justificadas.
Miró el reloj
y vio que sólo quedaban diez minutos. En ese momento le asaltaron mil dudas:
¿Y si no era
guapa?
¿Y si era
negra?
¿Y si era una
degenerada?
¿Y si era un
travestido?
¿Y si
estuviese enfer ma?
¿Y si no
venía?
Se inquietó y
empezó a decirse que posiblemente no fue una brillante idea escribir a la
revista. Lo cierto es que ya era tarde para arrepentirse pues su reloj marcaba
las 13 horas. Se quedó expectante.
En ese
momento llamaron a la puerta. Dio un vistazo al conjunto mientras se levantaba,
y se dirigió a abrir la puerta.
¿Quién es?
–preguntó-
Soy Olga
–contestó una voz femenina-
Se quedó frío
como el mármol, al tiempo que exclamó: ¡Tú!, mientras que su mujer, con peluca rubia
y boca pintada de rojo brillante decía con cara de sorpresa: ¿Tú?.
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