ROBERTO BAÑOS
ADRENALINA
Faltaban casi
treinta minutos hasta que el vigilante hiciera la ronda que tenía por
costumbre.
Se miraron
uno a otro. Vestían de negro absoluto y un pasamontañas cubría sus cabezas
dejando tan sólo los ojos al descubierto.
Sus mochilas,
colocadas a la espalda, contenían todas las herramienta que pudiesen necesitar,
incluyendo cuerdas y una serie de sofisticados instrumentos, no sólo para
inutilizar las cámaras de vídeo, sino para violar el más moderno sistema de
alarma.
Conocían
perfectamente el emplazamiento de la caja fuerte que iban a descerrajar, así
como su sistema de apertura: tan sólo les llevaría unos minutos de minuciosa
comprobación unas ranuras especiales que debían encajar a la medida, en un
complicado mecanismo que llevaban para asegurar su vulnerabilidad.
Joe acababa
de segar la vida de aquel sujeto, mientras dormía en la cama del Hotel donde se
hospedaba.
Había estado
días y días siguiéndole, hasta que el traficante recibió aquella maleta llena
de heroína, que a partir de ese momento serviría para que su oscura y vapuleada
vida saliera del ostracismo que llevaba durante los últimos diez años.
Se dio cuenta
de que uno de los conserjes del Hotel había detectado su presencia dirigiéndose
al ascensor, por lo que sabía que disponía de apenas unos minutos antes de que
los efectivos de seguridad empezaran su caza. No se detuvo en detalles, agarró
la maleta, no sin antes comprobar que la mercancía estaba en su interior, y
salió al pasillo.
Llamó al
ascensor y esperó. Fueron segundos angustiosos. Cuando las puertas se abrieron
miró de refilón en su interior, y salió al.
Llamó al
ascensor y esperó. Fueron segundos angustiosos. Cuando las puertas se abrieron
miró de refilón en su interior y repasó los ocupantes. Una señora mayor
enjoyada. Una pareja de recién casa dos. Un
señor bien trajeado con identificación en la solapa como asistente a un
congreso médico. Le hicieron sitio y entró: las puertas se cerraron mientras el
ascensor bajaba al Hall.
El Doctor
Valverde estaba realizando una operación especialmente delicada, ya que era la
primera vez que una experiencia así tenía lugar en el mundo.
El cuadro
médico que estaba reunido alrededor de la mesa de operaciones era de los más
acreditados a nivel internacional. Las cámaras de televisión darían fe de la primicia que no sólo le haría famoso a
nivel mundial, sino que marcaría un hito dentro de la medicina moderna.
Había llegado
la hora de la verdad, sus años de estudio estarían por fin puestos al servicio
de la ciencia.
Miró en
derredor y vio todas las caras expectantes.
-
Bueno señores,
comenzamos.
-
¡Bisturí!
Roy tenía 19
años y era un extraordinario informático. Había momentos en que su madre solía
decir que aquella locura por los ordenadores era una auténtica enfer medad para su hijo.
No se
equivocaba demasiado, a menudo el propio Roy se veía absorbido de tal forma que
su espíritu pasaba a ser presa de la pantalla del ordenador y se veía dentro de
él como parte de los chips que lo componían.
En aquella
ocasión y como resultado de miles de pruebas y ensayos, había entrado sin saber
cómo ni por qué, en la base de datos de un gran banco. Le faltaba tan sólo
llegar a un determinado lugar desde el cual sabría sacarle provecho (estaba
medio loco, pero no tonto). Ya hacía tiempo que había soña do con llegar a ese punto, y tenía estudiada la fórmula para lucrarse
en beneficio propio.
El azar había
querido darle esa oportunidad inexplicable para él, pues ni sabía cómo lo había
hecho. Unas operaciones más y sería rico.
Willy estaba
en el pub de la esquina donde frecuentemente tomaba cerveza con sus amigos.
Hoy era un
día difer ente a los demás. Estaba harto de ser un don nadie, y
estar siempre a la última pregunta por lo que había apostado hasta el último
dólar que tenía más otros que había pedido prestados, al caballo llamado Red Arrow
de la 5ª carrera nocturna de aquel día.
Hacía cinco
días que casualmente había escuchado el comentario que el preparador de Red Arrow
le hacía a su propietario, y que poco más o menos era así: “Sr. Freeman, su
caballo ganará el viernes en la 5ª. He hecho creer a todos que su presencia se
debe a tener opción para otra carrera, pero yo le aseguro que ganará al
favorito, ya que lo tendré drogado y a punto para que gane ese día. Apueste lo
que quiera por Ud. y mil dólares a mi nombre”.
Tenía ya el
televisor del pub enchufado y veía como los caballos se metían en sus
respectivos cajones para tomar la salida.
Al ser el
Derby Nacional, entre los caballos estaban los tres más fuertes del momento,
por lo que las apuestas a favor del nº5 eran de 20 a 1.
Sus casi dos
mil dólares apostados se convertirían en cuarenta mil.
Comenzó la
carrera. Durante los primeros quinientos metros el nº5 iba casi al final, solo
que a partir de ahí comenzó a subir de forma prodigiosa, de tal forma que a tan
sólo doscientos metros de la meta se encontraba cabeza con cabeza con el máximo
favorito. Tan pronto uno le llevaba al otro media cabeza de ventaja, como iban
perfectamente clavados en línea.
Willy estaba
sudoroso y gritaba dándole ánimos al nº5. Ya sólo quedaban cien metros. La
cámara prácticamente daba una imagen de dos caballos que parecían uno solo, tal
era la igualdad.
La grupa del
nº5 tenía una pequeña herida bajo la silla que montaba el jockey, tal vez
debido a su roce y como el jinete le rotaba con la mano derecha en la misma, lo
cierto es que parecía como si la cabeza del caballo quisiera irse hacia
adelante y como si empezase a querer despegarse. ¡Ánimo! -gritó para sus
adentros-, si sigues así la foto-finish que habrá que hacer a la llegada te
dará vencedor por centímetros y será la única forma de demostrar tu victoria
sobre el favorito.
El triunfo no
se podía escapar, unos segundos más y la carrera acabaría.
Lo que pasó fue de forma instantánea.
Se oyó una
gran explosión en la estación central, justo en los generadores principales de
suministro eléctrico de la gran ciudad y se produjo un gran apagón, hasta el
punto de que no pudieron entrar en
funcionamiento ni los equipos electrógenos de emergencias . Un apagón total y absoluto del que aún hoy, 20
años después todos hablan como de algo anormal, ya que duró 12 horas
ininterrumpidas, siendo imposible restablecer la energía durante todo ese
tiempo.
Hubo muchas
personas afectadas y otras para las que no significó nada el corte de luz.
Ustedes y yo
sabemos que para ciertas personas la luz fue el elemento base que les faltó
para lograr sus objetivos.
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