JOSE VICENTE BARRACHINA SANCHIS
EL ENCUENTRO
Paseo mi mirada ávida de
encuentros con tu luz y nunca me decepcionas.
Unas veces, los rayos luminosos
inciden tímidamente entre los cañaverales y me detengo plácidamente intentando
acariciar con mi retina, cada segundo
del avance temporal en que se convierte el evento.
Otras, una leve brisa avanza
desde levante rio arriba y mi piel, adquiere ese despliegue arbolado en que se
convierte mi cuerpo cuando, inesperadamente, recibe una caricia y deseo que
permanezca eternamente pegada a mí.
Hoy no tengo prisa, nunca tengo
prisa cuando me paseo por tus estancias a la espera de que tu luz, una vez más,
desvele ante mis ojos un ápice de tu grandeza.
Súbitamente, me siento incapaz de
describir con palabras aquello que me ofreces: sentado entre los pliegues de tu
piel, dibujo con mis manos sobre el viento
la imagen perecedera que mis ojos desvelan y deseo inmortalizarla.
Calmadamente, me arrullo entre
tus brazos; cierro los ojos y mi espíritu se eleva en el firmamento porque
deseo encontrar el calor de tu aliento instalado en mis entrañas.
Así, un remanso de paz invade mi
cuerpo y mi mente se inunda de color con
el febril deseo de hacerte mía por siempre.
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